La angustia, el miedo y la ansiedad de padecer una herida crónica puede ser abrumadora para ti. Sobre todo, por las restricciones de movilidades físicas que conlleva una herida que no sana de forma adecuada, pues tus actividades y en las que colaboras en familia se pueden ver afectadas.
Sentirte impotente ante la enfermedad es una sensación por la cual seguro estás pasando, incluso puede que haya llevado a alejarte de tu familia por los malos pensamientos que implica necesitar de su ayuda para actividades cotidianas.
La idea errónea de sentirse una carga en tu entorno familiar es una sensación natural y comprensible cuando padeces una herida crónica. No tienes que negar si te sientes una carga, es común que, ante un suceso negativo como un diagnóstico desfavorable, sientas miedo e impotencia, incluso temor.
Uno de los pensamientos que seguramente has tenido luego de tu diagnóstico o de comenzar a padecer una herida que no cicatriza, es: ¿por qué mi familia debe de aguantarme y atenderme?
La sensación de pensar que estás afectando de forma negativa y directa al estilo de vida de tu familia es inevitable. Es un pensamiento que tienes que vivir, sí; pero sufrir es opcional. Recibir ayuda no tiene que ser motivo para tener como resultado la sensación de ser una carga.
Tienes que comprender que nada de esto es tu culpa. Tú no decidiste tener una herida crónica, pero sí estás decidiendo salir adelante para dejar de sentirte un peso extra en tu familia. Dar el paso necesario para tenderte es un camino excelente para que tú y tu familia retomen su estilo de vida anterior.
Seguramente, entre tu ritmo de vida anterior te has acostumbrado a ver la vida como una rutina ágil de ir y venir, de un sin fin de actividades físicas que realizas a tu gusto. Ante una herida crónica, dicha manera de vivir se ve detenida, pero sólo de forma momentánea.
Tienes que comprender que no puedes realizar tus actividades de forma cotidiana, pero no tiene que ser una condición definitiva. Al mismo tiempo dicho impedimento no te convierte en una carga o te hace automáticamente improductivo. No es un estado de salud definitivo ni una sentencia para ti y tus seres queridos.
Es verdad que tú y tu familia tendrán cambios en sus rutinas y de sus horarios acostumbrados. Pero no tiene que ser algo que deba avergonzarte o hacerte sentir impotente. Recuerda que todo cambio en la vida de una familia, que a futuro traiga como resultado tu bienestar y salud no es negativo.
No tienes porqué sentirte un estorbo, después de todo ayudarte a sanar, tanto para los especialistas, como para tu familia es un acto positivo y lleno de compromiso.
Los sentimientos negativos se mezclan con la incapacidad de realizar tu vida tal y como acostumbras. La sensación de dependencia constante de necesitar ayuda de tu familia o las personas con quien compartes tu hogar, seguramente afecta tu percepción de la realidad. El resultado: la errónea idea de que eres una carga.
Negar las emociones negativas puede causarte daño; aceptarlas para aprender a lidiar con ellas es clave para poder avanzar en tu recuperación.
Padecer una herida crónica no debería de ser una sentencia definitiva de un mal futuro. Los cambios derivados de una enfermedad no son una carga para ti, ni tus familiares. No eres una carga, no caigas en pensamientos erróneos. Asume la responsabilidad de cuidar de tu salud, considera opciones para recuperar tu estilo de vida y dejar de sentirte una carga.